Mi madre después de
esa última frase me había colgado con la misma. Ya no me entristecía lo fría
que era siempre conmigo. Era normal, Ángel siempre decía que era culpa de unas
pastillas que se tomaba. Eso me lo decía cuando era pequeña, después me di
cuenta de que era solo conmigo ese comportamiento tan arisco. Me acostumbré.
Total tampoco había recibido nunca otro trato.
Carlos no decía nada sólo me miraba. Yo estaba en el limbo
sacando mis propias conclusiones. Mi padre estaba muy enfermo porque si no mi
madre no me hubiera llamado. ¿Qué querría decirme? A diferencia de mi madre mi
padre siempre había intentado estar a mi lado aunque siempre fracasara. Él
tampoco supo nada de mí nunca pero al menos lo intentó. Mi madre ni eso. Ángel…
¿Dónde estaría? ¡A lo mejor lo veía en Madrid! Tómalo, eso era algo muy bueno.
Tenía que decirle muchas cosas. Lo echaba muchísimo de menos.
-Isabela, ¿Quién está enfermo?- Carlos ahora sí que me
hablaba. Estaba preocupado porque había estado mucho tiempo sin reaccionar.
-Mi padre.- Carlos se puso pálido. A mí se me llenaron los
ojos de lágrimas y volví a llorar. Desde que me había despertado era lo único
que hacía y eso que me consideraba una chica “dura”.
-No pasa nada. Tenemos que ir a la agencia para sacar el
primer vuelo.
-Sí, deberíamos…Espera, ¿Te vienes conmigo?
-Claro. Soy tu enfermero.- Me miró con cara de pillo. Pero
que sinvergüenza.
-Pues cúrame la pierna anda. Que últimamente no haces bien
tu trabajo.- Él se echó a reír y yo me sonrojé.
Carlos se levantó en busca del botiquín al cuarto. Mientras
estaba sentada las chicas habían aparecido.
-Lo hemos escuchado.- Las miré y se me rayaron los ojos otra
vez.
-Pues también sabréis que me voy.
-Sí lo que no sabemos es cómo.
-¿Cómo que cómo?- No
las entendía.
-Isabela, sabemos que no tienes dinero.- Malditas. ¿Y ellas
cómo sabían eso? Espera un momento. ¿Y cómo me iba a ir de viaje en el primer
vuelo si no tenía ni un euro?
-¿Cómo lo…?
-Lo sabíamos incluso antes de que te atropellaran. ¿Tú te acuerdas?
-Lo cierto es que no…
-Te despidieron. El local donde trabajabas por las noches
cerró. Cosas de la crisis.- Despedida. Qué duro sonaba.
-Qué mierda.
-Pues sí pero mientras te ponías tonta con Carlos hemos
pensado en cómo ayudarte. Vamos a pagarte el pasaje entre todas. Es importante
que vayas a ver a tu padre.- Esa era Tamara. “Ponerme tonta con Carlos”: Definición
de haberle dicho que fuera a buscarme el botiquín para que me curara la herida.
-Gracias pero no puedo aceptarlo.- Aunque mirándolo por otro
lado no podía hacer otra cosa. No tenía dinero y era imposible conseguirlo de
un día para otra. ¡Bueno si me sacaba la lotería sí! Esa era Isa, estaba
graciosa hoy.
-Venga ya, sabes que no tienes otra opción.- Esa era
Samanta.
-¡Sí, además te daremos un poco más de dinero para que nos
traigas regalos!- Esa fue Nayara.
-Voy a ver a mi padre, que está enfermo.
-Ups, lo siento es verdad.
-¡Que es broma! Os lo acepto porque no tengo otro remedio y
lo sabéis pero os prometo que os lo devuelvo. ¿Qué queréis que os traiga de
regalo?
ADELANTO POR LOS COMENTARIOS DEL CAPÍTULO 33
Después de decirme la larga lista de las cosas que querían
de Madrid Carlos llegó y me curó la pierna. No podía creer que hace sólo un
rato estuviéramos a punto de desayunar y ahora ya me iba para Madrid. Era una
locura. Mi padre estaba enfermo. ¿Cómo había ocurrido? Quería saber ya cómo
estaba, quería verlo, abrazarlo. ¿Qué me tendría que decir? Eran tantas
preguntas, dios mío. ¿Cuándo iba a recuperar la memoria? ¿Cuál era el motivo de
que la hubiera perdido? Nayara todavía no me había dicho nada. Yo cada vez
tenía más intriga e Isa no hacía más que molestar a cada segundo.
Después de que Carlos me curara la herida me cambié y cogí
mi bolso para ir a sacar el pasaje ya. Cuanto más tiempo perdiera era peor
porque más preguntas me hacían. Las chicas y Carlos fueron conmigo también.
Carlos nos llevó en su coche pero antes tuvimos que pasar por su casa. Mala
idea.
-¿¡Esta es tu casa, Carlos!?- Esa era Samanta.
-Joder, ¡Chiquita suerte tiene Isi!- Esa era Tamara, yo
clarísimamente bufé y puse los ojos en blanco. Qué graciosa.
-¡Ni que lo digas! Y encima… ¡¡¡TIENE PISCINA!!!
Todo eso lo comentaban sin Carlos delante claro está. El había
ido a cambiarse. Me moría de ganas por ir a verlo mientras lo hacía pero no
podía dejar a estas tres locas solas. Quién sabría lo que podría suceder. Quizás
asta se ahogaran en la piscina. Solo de pensarlo me reí yo sola.
-Venga chicas relajaos.- Las tres miraron con cara de
tontas. Yo me senté en la cocina y también las observe. La verdad es que la
primera vez que yo vine también me quedé bastante impresionada. Lo malo de
cuando yo había venido es que Carlos y yo casi… y no pudo ser porque justo
recordé a Ángel… Ángel, ¿Qué sería de él? ¿Iría a ver a papá? Seguro, él aunque
estuviera enfadadísimo por una cosa así
iría. Siempre era así. Lo echaba mucho de menos ojala no estuviera enfadado
conmigo y por eso no había venido conmigo a Tenerife. Ojala me dé un abrazo
nada más verme. Lo necesito.
-Bueno, ya estoy vestido y tengo mi maleta preparada.- Todas
nos giramos para verlo. No sé si fui la única pero si hubiéramos sido dibujos
animados todas hubiéramos estado babeando. Dios, Carlos estaba buenísimo.
Cuanto más lo veía más me gustaba.
-Perfecto, vamos a sacar el pasaje.- ¡Me iba con Carlos!
¿Qué más podía pedir? Ahora dormiríamos juntos seguro… Bueno, si no es que le
ponía pegas mi madre. ¡Oh dios! ¿Me dejaría quedarme en su casa? ¿O deberíamos
quedarnos en algún hotel? Yo lo llevaba mal. No tenía ni un euro.